martes, 18 de junio de 2013

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR

BRICK
Radisson al debe

Cuando supe que lanzarían la nueva carta del restaurante Brick del hotel Radisson, imaginé que me encontraría con una propuesta similar o mejor a las conocidas anteriormente, donde el genio y la figura de varios chefs como Joel Solorza (en sus comienzos), Mathieu Michel y Franck Dieudoneé, dejaron huellas imborrables. Tras el alejamiento de este último chef, el Brick desapareció de la movida gastronómica capitalina, y tras un par de años fuera del circuito, los ejecutivos del hotel decidieron  dar un paso adelante y presentar su nuevo chef, Walter Toro; su gerente de A&B, Fernando Barra y parte de la nueva carta, que supuestamente me cautivaría.

- Quisimos apartarnos de la influencia francesa –comentaron-, y posicionarnos en una gastronomía con raíces chilenas. Ante eso, y previo aperitivo con burbujas, expectante esperé el comienzo de la degustación que partió con un sauvignon blanc de Santa Ema y un Cebiche del Elqui (7.200), con reineta, palta y papaya en una buena combinación de sabores. No será típicamente chileno el cebiche, pensé, pero este plato ya está totalmente adaptado a nuestras costumbres. Ante mi asombro, luego aparece un Roll con gratín de queso crema acompañado de un tiradito nikkei de atún (6.200). Ahí descubrí que la propuesta no era chilena ni criolla, sino más bien internacional. Una crema de lentejas (4.200) fue lo último degustado de los entrantes, crema que estaba acompañada de un muffin de longaniza de Chillán. ¿Qué hace un muffin dentro de un plato de sopa? Ojalá sea sólo problema de idioma.

Walter Toro, el chef (o cocinero mayor, por así decirlo), recibe las instrucciones de su jefe de Alimentos y Bebidas y de ellos es la propuesta de esta carta que en sus comienzos tenía impresa la cantidad de calorías que aporta cada plato al costado del precio. A tiempo se percataron que el negocio del comer va más allá del conteo de calorías y abortaron la idea. Mientras comentábamos los pro y los contras de esta saludable iniciativa, el chef se preparaba con los platos de fondo que estaban maridados con merlot 2006 de Casa Lapostolle y chardonnay Reserva Especial Tabalí. Un medallón de queso fresco apanado en panco, con salsa de arándanos y acompañado de papa macaire (tortilla de papas) y vegetales, fue el inicio de esta segunda parte. Luego, quizá lo mejor de la presentación: Garrón de cordero en cocción lenta al carménère (14.100) con charquicán de papas nativas. Rico, sabroso y contundente plato. Seguimos con una lasaña de verduras con salsa pomodoro (7.200) a la cual le faltaba gracia y sabor, a pesar de lo bonita de la presentación; finalizando con un perfecto Congrio frito (10.100) con queso parmesano, sobre puré de arvejas y coronado con una mini ensalada chilena.

Reíamos cuando contábamos las calorías consumidas en el almuerzo. Si a ellas les sumamos el pan, la mantequilla, el aperitivo, los vinos y los postres que vendrían a continuación, por lógica deberíamos cerrar la boca al menos durante tres días. Más aun cuando aparece una rica torta de cola de mono y una degustación de postres chilenos con mote con huesillos y todo, que acompañamos con un blanc de blancs Domaine Raab, como fin de fiesta.

Definitivamente esta carta está a años luz de las propuestas anteriores de este lugar. Durante años el Brick se caracterizó por tener una gastronomía sólida que le permitió entrar en las grandes ligas de los restaurantes capitalinos. Esta carta es posible que tenga buenas intenciones, pero no cautivará a los verdaderos gourmets. La dejo pasar si es una carta de transición mientras el equipo se consolida, pero, si no hacen una pronta reingeniería del menú, el Brick perderá todos los atributos y honores que le costó años conseguir. (Juantonio Eymin)

Brick, Hotel Radisson Plaza, Av. Vitacura 2610, Las Condes, fono 2433 9000