Regresa la esperanza
Olguer Inostroza es un
empresario atípico. Tras comprar el Peyo a los atribulados deudos luego del
fallecimiento de su antiguo dueño, Alfredo Hahn, decidió “darse un baño de
cocina” y se matriculó en Inacap, donde aprendió las lecciones básicas de
gastronomía. Luego y tras el éxito de Don Peyo, que renovó parte del espíritu
de su creador, se atrevió a emprender con otros establecimientos, varios de
ellos se convirtieron en un verdadero desastre. Sin embargo su afán empresarial
lo llevó a ser parte del restaurante Prego y luego de un tiempo se convirtió en
el único dueño del lugar.
El Prego tiene su
historia. De dulce y agraz como todas. Creado por Gabriel Délano junto a su
socio argentino, Carlos Boni, tuvo un éxito inmediato, más que nada gracias al
modelo del negocio, una trattoria al más estilo bonaerense. Luego, las
vicisitudes de la gastronomía, el Prego cayó en desgracia y con él, varios
socios que se incorporaron a la propiedad con el fin de salvar el negocio.
Hasta que llegó
Olguer.
Y comenzó una renovación
que aún no finaliza, aunque parte de ella la conocí hace un par de semanas
junto a un concurrido comedor a la hora de almuerzo. El lugar se nota más
limpio y reluciente a pesar de que todo se mantiene casi igual a su comienzo.
Sin embargo se nota preocupación en el servicio con la contratación de un
maître y otros garzones de oficio, con lo que se hace más fácil la elección de
un plato entre sus muchas variantes. Ellos, con el conocimiento de años en el
bolsillo, guían efectivamente al cliente en sus preferencias, al contrario de
muchos otros garzones “mañosos” que tan sólo trabajan por una posible propina.
Música de la península
(envasada) para comenzar a almorzar. Una copa de sauvignon blanc de una amplia
selección de vinos, está perfecta para degustar
una deliciosa sopa (¡nada mejor que una sopa para el invierno!) de
mariscos (5.900), acompañada de un pote con trozos de locos. Rico e inusual
comienzo. Luego, y previa copa de otra copa, una selección de mariscos (en la
carta Antipasto de mariscos), cuya porción fácilmente alcanza para tres
personas, con locos, centolla, machas, cebiche, calamares y pescado arrebozados
a la romana y cebiche de salmón. Un verdadero “jardín” de mariscos, bastante
superior a lo que ofrecen en las marisquerías de los balnearios.
Sabrosa pasta rellena
como plato de fondo. Un verdadero descubrimiento ya que la pasta está bien
elaborada, en su justa firmeza y grosor. Las pastas, tanto como los ñoquis y el
risotto varían entre los 5.900 y 10.900, dependiendo del relleno y/o de su
acompañamiento. Rico flan casero con unos rococó adornos de crema que bien
pudieron quedarse en la cocina (2.600) y un tiramisú que debería elaborarse
según las normas y que no sea sólo un postre de café (2.990), hicieron de este
almuerzo una grata experiencia donde se superaron ampliamente mis expectativas.
En diciembre del año pasado los visité una noche y quedé tan pesimista con el
futuro de esta trattoria, que esta nueva visita me confirmó que las cosas
(cuando se tiene la paciencia y el cuero de chancho necesario) se pueden
transformar para mejor.
Bien por los cambios y
bien por todo lo que han hecho para que Prego sea nuevamente un referente. Mi
único pero es que el dueño está obsesionado en que el lugar sea un restaurante,
y yo opino que mejor es ser una buena trattoria que un mal restaurante.
Ejemplos ya tenemos demasiados. (Juantonio Eymin)
Prego: San Pascual 72, Las Condes,
fono 2208 7550