ES APARENTARLO
*Pascual
Drake (Born to be wine)
Antes o después te va a tocar si no te
ha tocado ya: ser el anfitrión en una comida o cena con la responsabilidad de
llevar la batuta en el tema del vino. Y además te va a pasar ante invitados
medianamente aficionados, o que al menos lo aparentan. El ya clásico y manido
“yo es que no sé de vinos” no te salva esta vez porque necesitas impresionar y
agasajar.
Aquí le dejamos una pequeña guía para
solventar paso a paso la ceremonia de elección, cata y degustación del vino. La
clave: lo importante no es saber de vino, es aparentarlo.
El primer paso es enfrentarse a la carta
de vinos. Es posible que te enfrentes a un libro del tamaño del Ulises tan
enrevesado como la obra de Joyce. Blancos, tintos, rosados, dulces, nacionales,
internacionales, decenas de denominaciones, añadas, crianzas… Hay dos salidas:
disculparte, irte a casa y pedir tres días de licencia, abrir el Excel y
desarrollar una macro dinámica comparativa. O dos, llamar al sommelier. ¡Llama
al sommelier!
El sommelier: cada vez con menos
frecuencia pero suele ser un hombre serio, embutido en un delantal de cuero y
con un pequeño plato de plata colgado al cuello llamado catavinos (que debió de
dejar de usarse allá por la Edad Media, cosa que se agradece aunque sólo sea
por un tema meramente higiénico). Que no te acojone. Mantente firme, el cliente
eres tú. Dile que te sorprenda. Es posible que te sorprenda también con el
precio pero eso no lo vas a saber hasta el final de la velada así que, a
aguantarse.
Traen el vino. La prueba del corcho.
Algunos lo huelen. Yo no lo suelo hacer porque me suele oler a corcho, cosa
bastante obvia, y para decir “ummm, huele a corcho”, pues mejor me callo. Eso
cuando no me huelen los dedos más que el propio corcho y el surrealismo es
todavía mayor. Limítate a tocarlo un poco por lo lados, déjalo encima de la
mesa y no hagas nada más. Es demasiado pronto para cagarla.
Pasamos al momento culmine: la cata del
vino. Aquí la vas a cagar hagas lo que hagas. Yo por eso no lo pruebo nunca.
Digo que lo sirvan y en caso de que al beberlo hubiera alguna queja con la
botella pues ya lo diremos. Porque, qué más dará que la cambien habiendo
servido tres gotas o cinco copas. Si ya está abierta, no hay marcha atrás. Así
además evito el incómodo momento de todo el mundo mirándote como si fueras el
César decidiendo si salvarle o no la vida al reo.
Pero parece que la tradición manda y el
momento ‘quién va a probar el vino’ es todo un must. Así que, ¡adelante campeón!
Consejo principal: prohibido decir ‘la’ durante la cata: Cuando lo huelas y lo
pruebes habla de qué te parece ‘en boca’
y ‘en nariz’, nunca ‘en la boca’ ni ‘en la nariz’. ¿Por qué? Ni idea. Se lo he preguntado a expertos, sommeliers y elaboradores y nadie sabe a qué se debe
esta alergia a los artículos determinados por parte del mundo vitivinícola,
pero es así.
Así que vino ‘en nariz’ y vino ‘en
boca’. Dedícale un tiempo. Un minutillo si hace falta, el resto que se aguante,
que lo hubieran elegido ellos. Tienes que parecer Proust mojando la magdalena
en té y recordando tu tierna infancia. Paladea, haz gárgaras, da vueltas a la
copa… Lo que te permitan los límites de la educación. Y al final da tu
veredicto. Con cara interesante, ceño fruncido y voz melosa concluye: Tinto,
¿verdad?... No, en serio, no lo hagas, a mí me parece superingenioso pero nunca
he tenido lo que hay que tener para hacerlo. Limítate a decir que bien, que lo
sirvan, que excelente añada, y a otra cosa.
Nota: si alguien sabe el motivo del ‘en
boca’ en lugar de ‘en la boca’ agradecería lo explicara.
*Sobre Pascual Drake: De vino sé más o menos lo mismo que tú. Y por eso me gusta tanto, porque no necesito saber más que eso. No lo colecciono, no lo cato... lo bebo, lo disfruto y animo a que se beba. Me gustan prácticamente todos los vinos. También me gusta la cerveza y los gintonics sin frutas, entre otras muchísimas cosas.