martes, 10 de junio de 2014

VIAJES


GRANADA
De sorpresa en sorpresa

“Dale limosna mujer, que no hay nada más triste en la vida que ser ciego en Granada” (Francisco de Icaza)

Debe haber sido uno de los más inverosímiles viajes que he tenido en mi vida. Hace un tiempo, ejecutivos de NH hoteles, de Air Europa y de Sky Airlines me contactaron para acompañarlos a un periplo muy especial. Sólo sabría que llegaría a Madrid, el resto sería una sorpresa de los organizadores.

Chequeado el pasaporte, me lancé en una aventura que me llevaría a una de las ciudades más hermosas de España, pero ¿es tan, tan bella como para no perdérsela?

Tras cuatro días en un Madrid donde se palpa en parte una crisis de la cual el turista le saca bastante provecho, ya que comer y comprar se transforma en un indispensable, me avisan que el domingo siguiente emprendemos vuelo vía Palmas de Mallorca a Granada, mi destino final. Sinceramente había preferido Milán o Roma, sin embargo me llevaban a Granada. ¿Qué veré allá? Fue lo primero que pensé. ¿Será tan perfecto el destino o es sólo una excusa para conocer aeropuertos?

Un caluroso día me recibe en Granada cuando en Santiago tiritan de frío. De ahí en taxi al centro de la ciudad para cobijarme en un cómodo hotel de la cadena NH. Ubicado en pleno centro y a pasos de todo, se convertiría durante cuatro días en mi cuartel general, óptimo para perderme entre sus gentes y miles de turistas que recorren este enclave donde lo árabe se palpa y respira en cada metro que se recorre. 

Al igual que Roma, Granada, la capital del reino nazarí, se alza entre siete colinas, entre los ríos Darro y Genil, y resguardada por la mole montañosa de Sierra Nevada. Granada es la quintaesencia del arte árabe en la Península. Ultima capital de Al Andalus, el rey nazarí Boabdil se la entregó a los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492. La larga permanencia de los árabes en la ciudad, a la que dotaron de todos los monumentos imaginables, convirtieron a Granada en un verdadero museo histórico y artístico al aire libre.

Granada es una ciudad para pasear, recorriendo sus calles con tranquilidad, respirando el aroma y el embrujo de sus jardines, de sus callejuelas, de sus impresionantes monumentos, de su historia en definitiva. La fama de su belleza llega antes que el conocimiento, es una ciudad que se ama antes de conocerla; cuando la conoces, ya no la puedes olvidar. Granada es el arte de seducción en estado puro.

Al llegar a Granada, una premisa ante todo. Tómese todo el tiempo posible para visitar la ciudad. Maravillas como la Alhambra y el Generalife exigen una dedicación especial que no puede medirse reloj en mano. Pasear por las callejuelas en torno a la catedral o por el barrio de Albaicín significa perder la noción del tiempo. El Marrakech de Granada le llaman y en esas callejuelas se topará con un ambiente dedicado exclusivamente a las teterías árabes, herederas de la antigua tradición islámica de Granada, además de tiendas de artesanía moruna y chicas haciendo tatuajes de henna. Allí lo español se convierte en árabe, con callejuelas llenas de pequeños locales donde comprar seda, marroquinería, recuerdos y ¿por qué no fumar una pipa de agua para pasar la tarde, bebiendo un té de especias?

LA ALHAMBRA

Granada recibe a más de 2.200.000 visitantes al año. Y todos van para conocer La Alhambra. Contemplándola desde el Mirador de San Nicolás, Bill Clinton dijo haber asistido a “la puesta de sol más bella del mundo”. Su recinto amurallado ocupa 104 mil metros cuadrados, a los que se suman otros tantos del Generalife. Las primeras referencias a al-Qal’a alHamra (“La Fortaleza Roja”) son del siglo IX, pero es a partir de 1238 cuando los sultanes nazaríes comienzan a construir allí sus edificaciones, en principio defensivas. Los principales palacios y estancias fueron construidos en diversos momentos entre comienzos del siglo XIV y la segunda mitad de esa centuria. Sus muros están recorridos por miles de versos inscritos en ellos: solo en el Palacio de Comares hay documentadas más de 3.000 inscripciones en árabe. Fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1870.

Quienes la conocen bien suelen decir que no hay una, sino muchas alhambras y que son muchas también las formas de acercarse al monumento árabe más celebre del mundo. Vista desde el exterior, la Alhambra parece un castillo, pero es el suyo un aspecto extrañamente fortificado, pues el tupido bosque del que surgen sus torres es el peor paisaje que se puede concebir para una defensa militar. Dentro de esos muros lo que aparece es una auténtica ciudad palatina, cuya única zona militar es la Alcazaba, sin duda la parte más antigua del conjunto, con grandes torres que ofrecen vistas espectaculares sobre Granada y su vega. Desde la Alcazaba parte una vía, la Calle Real, que bordea los palacios y llega hasta la zona urbana propiamente dicha, donde aún se distinguen los restos de las viviendas y talleres de los servidores de los soberanos nazaríes. Todo un microcosmos recogido sobre sí mismo y que domina desde lo alto la ciudad de Granada que, al decir del poeta árabe, “es la esposa que se muestra al monte, su marido”.

El monumento más conocido de la ciudad y una auténtica maravilla del mundo, se alza sobre una frondosa colina, entre numerosos manantiales y bosques centenarios. Obra cumbre del arte musulmán en España, sus obras se iniciaron en el año 1238. Es uno de los monumentos más visitados de la península y, desde luego, uno de los más apreciados internacionalmente. Recordemos, sin más, Los Cuentos de la Alhambra, que escribió Washington Irving…

La noche de un día de junio, la brisa que viene de la Sierra Nevada, una buena y barata cena en una terraza del Albaicin y como no, los ojos para poder contemplar las calles, los pequeños rincones iluminados. ¡Y captar con una copa de vino el silencio de una noche perfecta!, mientras uno se pierde con la mirada por los callejones mágicos de la ciudad.

De Granada regresé a Santiago con un souvenir diferente a cualquier otro que hubiera imaginado comprar y es una experiencia diferente. Granada no sólo es Alhambra, son sus calles de corte morisco, sus bares de siempre, su gente, su clima, su modernidad ambigua anclada entre ayer y hoy.

Y si me preguntan con qué me quedaría sólo puedo decir que con el Albaicín, un barrio para vivirlo y donde se siente ese duende del que hablan los flamencos, donde se respira flamenco y donde mejor se puede comer en toda Granada.

Estuve apenas cuatro días y creo que a que la viví como nunca, algún día volveré y la veré con los mismos ojos, como si no la hubiese conocido en toda mi vida.

La ciudad maravilla...Una desconexión perfecta. Granada es un lugar idóneo para dejar de existir por un par de días. (Juantonio Eymin)