¿Busca una picada?
¡Don Gaviota… don Gaviota! Gritaban los
chicos del barrio cuando veían salir a Carlos Oyarce - joven pero de pelo
entrecano- desde su casa en Recoleta a entregar pescados y mariscos a los
clientes que tenía en Santiago. Una historia larga para este clasificador de
riesgos bancarios que un día decidió vender pescados y mariscos a hoteles y
restaurantes. Pronto descubrió que sus clientes, si bien eran buenos,
trabajaban con su crédito, así que decidió instalar su propio negocio. Y en el
mismo Recoleta y con el apodo que le daban los chicos del barrio nació Don
Gaviota.
Coordenadas: Av. Recoleta pasado
Einstein está la calle El Roble. Llena de hoyos pero barriada de gente buena.
Al llegar a El Guanaco, una casa celeste de un piso alberga esta picada. No se
demorará mucho en encontrarla. 4 x 4, BMW y Mercedes en su ingreso. Son los
diarios clientes de este lugar que tras 13 años de trabajo aún puede
considerarse como uno de los lugares entretenidos (gastronómicamente) de una
capital que cada día vive más mirando a la cordillera. Acá, cerca de nada y
lejos de todo a pesar de su cercanía, muchos van por las delicias de una cocina
del mar que a buenos precios conquista por su frescura y tradición.
Como unos erizos de Caldera. En lebrillo
de greda con salsa verde que se comen con fruición. Sillas de metal modelo
Viena y manteles floridos y muy limpios. Mesas estrechas como en una picada
pero ningún olor proviene de la cocina. Un pequeño bar para un pisco sour de
buena factura. Me advierten que los locos no están muy grandes pero igual llega
un generoso plato con 5 unidades sobre una cama de papas mayo y lechuga, salsa
verde y mayonesa. Para beber, Ventisquero clásico de una carta armada de
acuerdo a las exigencias de los clientes. ¿Curioso?, acá todos los precios
terminan en 90. $1.990, 2.590, 3.390 y suma y sigue ¿Números místicos?
Nuestros vecinos de mesa, mexicanos.
Ellos atacaban unas machas a la parmesana mientras mi acompañante y yo
esperábamos los fondos. Como toda picada que se precie, don Gaviota atento a
todo, desde la mercadería que llega hasta el saludo fraterno a sus clientes. Su
mujer, Patricia Vargas, atenta en las mesas. Pan, mantequilla y pebre no faltan
en ellas. Mal que mal con los años de experiencia ya se conocen el negocio de
punta a rabo.
Congrio frito y papas fritas de fondo.
Una gran presa de congrio colorado apanado con buenas papas fritas como para
pensar que aún se puede comer rico en Santiago por poca plata. De postre, el
tradicional de la casa, leche asada y suficiente una para dos personas. En
realidad una picada (¡y con boleta!) de esas que ya poco se ven en Santiago.
En un tiempo tuvieron una sucursal en
Chicureo pero el terremoto tiro por la borda ese lugar. Hoy crecieron y compraron
una casa aledaña para aumentar sus mesas y poner sus piscinas con ostras y
langostas. Si quiere comer rico, a precio de picada y sin mayores
parafernalias, es cosa que tome la Avenida Perú, cruce hacia Recoleta, llegue a
El Roble, esquive los hoyos que ha dejado la historia en esta calle y cuando
llegue a El Guanaco, estacione y dispóngase a gozar de lo mejor de nuestras
costas.
Como en la hípica: dato fijo (Juantonio
Eymin)
Don Gaviota: El Roble 1190. Esq. El Guanaco. Recoleta, fono 22621
1838