martes, 28 de octubre de 2014

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR


PIÚ
Falta emoción

Por alguna razón que aún no logro descubrir, mi afición por las pastas es casi un vicio. Si bien es cierto que evito comerlas diariamente por eso de las calorías y el peso, todas las semanas caigo en la tentación de probar un buen plato de pastas y de todo lo que provenga de la Península, a pesar que de italiano no tengo absolutamente nada.

Amo la pasta y punto. A veces preparada con berenjenas, esos oscuros frutos que casi nadie le pone atención y que es el caviar de las verduras. Otras, simplemente con una buena salsa de tomates y cuando se da el caso, rellenas con un sinfín de mariscos o carnes, lo que me traslada a otra dimensión. En tiempos pasados las pastas y todo lo que le rodeaba eran elaboradas en nuestro país, pero con esto de la globalización y los mercados abiertos, sin duda la calidad de los productos (desde una simple pizza a la mejor pasta) son traídos directamente de Italia, convirtiendo al menos esta capital en un buen sitio donde se puede dar rienda suelta a esta gran cocina.

Como el reciente caso del Piú. Ubicado frente a la intersección de Vitacura con Nueva Costanera y con una larga lista de restaurantes que alguna vez estuvieron en ese lugar, una casona de dos pisos, luminosa y agradable, me da la bienvenida a otra de las apuestas italianas en Santiago. La idea del chef, Gianluca D'Alessandri, descendiente de italianos, es entregar una cocina que mezcle sabores italianos con raíces vascas, ya que gran parte de sus estudios los realizó en el país vasco. Como muchos, define su cocina como de “autor”, esperando (como todos) hacerse un nombre dentro del circuito gastronómico de nuestra ciudad. Para ello los propietarios se han esmerado en ambientar el lugar y darle un aire sofisticado, con maître con humita y un equipo aun novato (pero preocupado) en esto del servicio a las mesas. Estas últimas, sin mantel y con sillas plásticas (de diseño, me contaron), que por muy cómodas o de diseño que sean, siguen siendo de material plástico, algo que el estudio de arquitectos que contrataron para rehacer el lugar, no tomaron en consideración a la hora de hacer un restaurante en esa zona de Vitacura.

Lo que viene de la cocina está bien preparado. Degusté una porción de camarones al ajillo, buen calibre y sabor (7.500), luego unas Mezze lune (9.200) rellenas con calabaza y terminadas con mantequilla, salvia y parmigiano, de masa perfecta y sabrosas. Para terminar, unas Carrilleras al vino tinto acompañadas de puré y champiñones ostra (9.500). Un plato que bien debiera mejorar en pos del buen trato a la cocina mediterránea.

¿Qué hace un sashimi de atún y corvina metido en esta carta?

Moya. Pero ahí está, esperando quizá a los amantes de la cocina global. Personalmente pienso que es necesario revisar la carta y hacer los ajustes necesarios con el fin de que este lugar siga vivo y no sea otra ave de paso o una nueva aventura gastronómica que teniendo un gran potencial carezca de una identidad necesaria para convertirse en un referente gastronómico en el sector. A este paso, poco sorprende. (Juantonio Eymin)

Piú: Vitacura 3269, fono 22207 3192