martes, 6 de octubre de 2015

FOLCLORE NACIONAL


 
EL GLORIAO
El último adiós

Existen y existieron varios tragos dulces chilenos a base de aguardiente, cuyos nombres derivan del arcaísmo lingüístico que persisten en nuestra forma de hablar el castellano, con la tendencia nacional a comerse la "D" de la última sílaba. Ejemplos de estas denominaciones son el famoso apiao (de apio), el murtao (de murtas o murtillas), el guindao o  enguindao (de guindas) y el avellanao (de avellanas), entre otros. Por lo general, se trata de maceramientos de estas frutas o vegetales por algún tiempo dentro de aguardiente, a la que después se azucara y se agregan otros ingredientes a modo de especias. Han sido especialmente populares en el ambiente de la cultura rural de Chile.

Hay uno de ellos muy apropiado para este próximo 1° de noviembre, sin embargo, tradicional Día de los Muertos heredado de costumbres paganas druídicas (Samhain) y que coincide hoy con el Día de Todos los Santos, pues parece que la Iglesia Católica nos trasladó a regañadientes la fiesta al día 2, eufemísticamente llamada Día de los Difuntos. Y el trago de marras es el gloriao, una curiosa bebida de nuestras antiguas tradiciones campesinas adoptadas por la ciudad y que se asoció al momento más triste de la vida familiar, correspondiente a la despedida de un ser querido... Pura expresión necromante en un vaso.

El nombre del gloriao tiene también una razón profunda: si bien no corresponde a los ingredientes con que se prepara como en otros casos, apela a la Gloria Eterna en que se desea el descanso de cada difundo que provocaba el brindis de adiós con esta bebida de color dorado. El mote parece estar tomado directamente de la oración Gloria Patri, por lo que el gloriao es, entonces, el trago propio de los muertos en la tradición chilena: para ellos, con ellos y por ellos.

Desde los tiempos de la hidromiel nórdica y las primeras cervezas del antiguo Egipto, el vínculo de la entrada al cielo y el consumo de alcohol es parte integral de las tradiciones y creencias funerarias, incluso anteriores al cristianismo. De hecho, el dios Baco o Dionisio, asociado al patronato del vino, es un intermediario de la comunicación entre hombres vivos y hombres muertos, precisamente porque representa ese estado de transición entre los mundos o estados simbolizados en el alcohol, y no necesariamente la ebriedad vulgar, como muchas veces se cree. Plath, por su lado, comenta que "La persona que muere el día 29 de junio se va a la gloria, porque entonces San Pedro está borracho y deja pasar a todo el mundo", ya que ese día es el consagrado a las fiestas del apóstol. Por eso no extraña que en las tradiciones mortuorias chilenas, además del gloriao se bebieran como despedida simbólica otros tragos como ponche, chicha, vino tinto,  chupilca, pihuelo y huachacay, éste último hecho de una versión de baja calidad del aguardiente que parece tener relación con el origen de la expresión guachaca. Hasta la muerte ha sido buena excusa para beber, en otras palabras.

La preparación del gloriao también es en base a aguardiente azucarada, pero en este caso se dejaban reposando canela y clavos de olor. Muchas veces se lo preparaba y guardaba en el campo, esperando la dolorosa ocasión en que sería sacado de la despensa. Cuando faltaba aguardiente en casas muy pobres o mal abastecidas del destilado, los dueños de casa preparaban una versión aún más modesta del gloriao, usando en su lugar vino blanco con torrejas de limón o naranja que mezclaban con la canela, el azúcar y los clavos de olor. En Rancagua y la zona de Colchagua se preparaba, a veces, con el aguardiente mezclada también con leche. Plath habla de otra versión que podría interpretarse como una variedad de ponche. También dice que era llamado el  cordial, nombre que, según sabemos, se daba de preferencia a un brebaje reconfortante que antes se servía a los enfermos. Y aunque en la Zona Central muchos lo tomaban frío, originalmente servían el gloriao caliente en el velorio o el posterior brindis, para lo cual encendían por un instante la taza o vaso inflamando los vapores etílicos del aguardiente, o bien calentaban una cantidad del mismo dentro de una tetera, haciéndola circular entre los asistentes.

Mirando su principal y más popular receta, se hace un tanto parecido a otro trago que fue famoso en el viejo Santiago y Valparaíso: la  canela o encanelao, que curiosamente era famoso en el barrio de los mercados de Mapocho y especialmente en La Chimba donde están los grandes cementerios históricos de la capital, por lo que quizás exista alguna clase de vínculo entre el gloriao y la canela. Más aún, el principal restaurante que por muchos años lo ofrecía a su triste clientela de luto, era el famoso  "Quita Penas" del Cementerio General, razón por la que en sus primeros años bajo la administración del gringo Burroni, el boliche era conocido como "La Gloria", pues el dueño proclamaba urbi et orbi que "aquí se viene a tomar gloriao". Era el mismo nombre que Edwards Bello le coloca en "El Roto" a  un mítico burdel de Estación Central regentado por la tía Emma, en los años veinte, como evocando también a las puertas del cielo (aunque por la vía placer, en este caso).

El trago fue muy popular en los velatorios y sepelios de campo y de barrios pobres, pero especialmente necesario en los llamados  velorios del angelito, correspondientes a los de niños pequeños fallecidos antes de los 7 años, pudiendo ser que su origen se encuentre en estos ritos. Allí simbolizaba el deseo de todos los presentes, de que el alma inocente entrara a la gloria; que el niño estuviera glorioso, tal como hacían lucir su cuerpo decorado con flores, cortinas y coronas mientras era despedido. Por esta razón, los adultos formaban cuartetos de cánticos al angelito mientras otros brindaban por él repitiendo:

"¡Que sea en buena hora! ¡Que sea en buena hora!"

El gloriao fue, como se advierte, parte de la emoción de la despedida, en esas antiguas exequias donde los dolientes danzaban, bailaban  cueca, comían asado en la tarde y caldo de gallina o pava en la medianoche; brindaban y cantaban al son de guitarras intentando demostrar al fallecido un homenaje en su memoria, al tiempo que se fingían alegría por su entrada a la gloria eterna en el caso de los adultos, y su conversión en ángel en el caso de los niños. Y dice Plath que mientras brindan ante el muerto, los concurrentes al velorio exclaman:

 "Mañana será otro día y no sería malo que se muriera un viejo... ¡Pa' tomar otro gloriao!..."

El dogma era, en todos los casos, que el muerto debía ser despedido con un brindis de gloriao casi como una necesidad ceremonial, de modo que era extraño ver este licor en otro contexto que no fuese en la despedida de un difunto o una connotación funeraria.

El gloriao trascendió así a su ambiente rural, llegando a las grandes ciudades y puertos. En el libro "Patrimonio cultural de la Provincia de Iquique", escrito por varios autores bajo dirección de Lautaro Núñez y Cecilia García-Huidobro, se confirma que tuvo presencia también en las tradiciones funerarias de Tarapacá. Allá en el Norte Grande era bebido para las celebraciones de la Fiesta de la Cruz de Mayo, junto a las mistelas, pero conservando también su asociación con lo funerario; en este caso, al propio calvario de Cristo.

El dato anterior nos da una referencia de cuánto se extendió su uso en todo el territorio chileno, hasta Magallanes inclusive, donde el trago se endulzaba con azúcar quemada, según un artículo publicado por el investigador e historiador Mario Isidro Moreno. Sin embargo, Marco Antonio León confirma que esta tradición de hacerlo con azúcar acaramelada a fuego proviene originalmente de Chiloé, cuna y cultivo de muchos otros tragos populares y tradicionales del país, como el licor de oro y la mistela chilota.

Pero el gloriao ha ido extinguiéndose; diríamos que durante la segunda mitad del siglo XX, hasta casi desaparecer en nuestros días. En ciertas zonas rurales y en algunas licorerías artesanales del Valle de Elqui, del Cajón del Maipo y de Chiloé, todavía se fabrican traguitos parecidos a éste, con aguardiente y canela, pero al ser necesario que para poder existir un legítimo gloriao éste debe estar asociado a los ritos funerarios y las viejas tradiciones correspondientes a la muerte, no cabe duda de que su época en el folclore y costumbrismo chileno prácticamente ha concluido. (urbatorium.cl)