EL GLORIAO
El último adiós
Existen
y existieron varios tragos dulces chilenos a base de aguardiente, cuyos nombres
derivan del arcaísmo lingüístico que persisten en nuestra forma de hablar el
castellano, con la tendencia nacional a comerse la "D" de la última
sílaba. Ejemplos de estas denominaciones son el famoso apiao (de apio), el
murtao (de murtas o murtillas), el guindao o
enguindao (de guindas) y el avellanao (de avellanas), entre otros. Por
lo general, se trata de maceramientos de estas frutas o vegetales por algún
tiempo dentro de aguardiente, a la que después se azucara y se agregan otros
ingredientes a modo de especias. Han sido especialmente populares en el
ambiente de la cultura rural de Chile.
Hay
uno de ellos muy apropiado para este próximo 1° de noviembre, sin embargo,
tradicional Día de los Muertos heredado de costumbres paganas druídicas
(Samhain) y que coincide hoy con el Día de Todos los Santos, pues parece que la
Iglesia Católica nos trasladó a regañadientes la fiesta al día 2,
eufemísticamente llamada Día de los Difuntos. Y el trago de marras es el
gloriao, una curiosa bebida de nuestras antiguas tradiciones campesinas
adoptadas por la ciudad y que se asoció al momento más triste de la vida
familiar, correspondiente a la despedida de un ser querido... Pura expresión
necromante en un vaso.
El
nombre del gloriao tiene también una razón profunda: si bien no corresponde a
los ingredientes con que se prepara como en otros casos, apela a la Gloria
Eterna en que se desea el descanso de cada difundo que provocaba el brindis de
adiós con esta bebida de color dorado. El mote parece estar tomado directamente
de la oración Gloria Patri, por lo que el gloriao es, entonces, el trago propio
de los muertos en la tradición chilena: para ellos, con ellos y por ellos.
La
preparación del gloriao también es en base a aguardiente azucarada, pero en
este caso se dejaban reposando canela y clavos de olor. Muchas veces se lo
preparaba y guardaba en el campo, esperando la dolorosa ocasión en que sería
sacado de la despensa. Cuando faltaba aguardiente en casas muy pobres o mal
abastecidas del destilado, los dueños de casa preparaban una versión aún más
modesta del gloriao, usando en su lugar vino blanco con torrejas de limón o
naranja que mezclaban con la canela, el azúcar y los clavos de olor. En
Rancagua y la zona de Colchagua se preparaba, a veces, con el aguardiente
mezclada también con leche. Plath habla de otra versión que podría
interpretarse como una variedad de ponche. También dice que era llamado el cordial, nombre que, según sabemos, se daba
de preferencia a un brebaje reconfortante que antes se servía a los enfermos. Y
aunque en la Zona Central muchos lo tomaban frío, originalmente servían el
gloriao caliente en el velorio o el posterior brindis, para lo cual encendían
por un instante la taza o vaso inflamando los vapores etílicos del aguardiente,
o bien calentaban una cantidad del mismo dentro de una tetera, haciéndola
circular entre los asistentes.
Mirando
su principal y más popular receta, se hace un tanto parecido a otro trago que
fue famoso en el viejo Santiago y Valparaíso: la canela o encanelao, que curiosamente era famoso
en el barrio de los mercados de Mapocho y especialmente en La Chimba donde
están los grandes cementerios históricos de la capital, por lo que quizás
exista alguna clase de vínculo entre el gloriao y la canela. Más aún, el
principal restaurante que por muchos años lo ofrecía a su triste clientela de
luto, era el famoso "Quita
Penas" del Cementerio General, razón por la que en sus primeros años bajo
la administración del gringo Burroni, el boliche era conocido como "La
Gloria", pues el dueño proclamaba urbi et orbi que "aquí se viene a
tomar gloriao". Era el mismo nombre que Edwards Bello le coloca en
"El Roto" a un mítico burdel
de Estación Central regentado por la tía Emma, en los años veinte, como
evocando también a las puertas del cielo (aunque por la vía placer, en este
caso).
El
trago fue muy popular en los velatorios y sepelios de campo y de barrios
pobres, pero especialmente necesario en los llamados velorios del angelito, correspondientes a los
de niños pequeños fallecidos antes de los 7 años, pudiendo ser que su origen se
encuentre en estos ritos. Allí simbolizaba el deseo de todos los presentes, de
que el alma inocente entrara a la gloria; que el niño estuviera glorioso, tal
como hacían lucir su cuerpo decorado con flores, cortinas y coronas mientras
era despedido. Por esta razón, los adultos formaban cuartetos de cánticos al
angelito mientras otros brindaban por él repitiendo:
"¡Que
sea en buena hora! ¡Que sea en buena hora!"
El
gloriao fue, como se advierte, parte de la emoción de la despedida, en esas
antiguas exequias donde los dolientes danzaban, bailaban cueca, comían asado en la tarde y caldo de
gallina o pava en la medianoche; brindaban y cantaban al son de guitarras
intentando demostrar al fallecido un homenaje en su memoria, al tiempo que se
fingían alegría por su entrada a la gloria eterna en el caso de los adultos, y
su conversión en ángel en el caso de los niños. Y dice Plath que mientras
brindan ante el muerto, los concurrentes al velorio exclaman:
El
dogma era, en todos los casos, que el muerto debía ser despedido con un brindis
de gloriao casi como una necesidad ceremonial, de modo que era extraño ver este
licor en otro contexto que no fuese en la despedida de un difunto o una
connotación funeraria.
El
gloriao trascendió así a su ambiente rural, llegando a las grandes ciudades y
puertos. En el libro "Patrimonio cultural de la Provincia de
Iquique", escrito por varios autores bajo dirección de Lautaro Núñez y
Cecilia García-Huidobro, se confirma que tuvo presencia también en las
tradiciones funerarias de Tarapacá. Allá en el Norte Grande era bebido para las
celebraciones de la Fiesta de la Cruz de Mayo, junto a las mistelas, pero
conservando también su asociación con lo funerario; en este caso, al propio
calvario de Cristo.
El
dato anterior nos da una referencia de cuánto se extendió su uso en todo el
territorio chileno, hasta Magallanes inclusive, donde el trago se endulzaba con
azúcar quemada, según un artículo publicado por el investigador e historiador
Mario Isidro Moreno. Sin embargo, Marco Antonio León confirma que esta
tradición de hacerlo con azúcar acaramelada a fuego proviene originalmente de
Chiloé, cuna y cultivo de muchos otros tragos populares y tradicionales del
país, como el licor de oro y la mistela chilota.
Pero
el gloriao ha ido extinguiéndose; diríamos que durante la segunda mitad del
siglo XX, hasta casi desaparecer en nuestros días. En ciertas zonas rurales y
en algunas licorerías artesanales del Valle de Elqui, del Cajón del Maipo y de
Chiloé, todavía se fabrican traguitos parecidos a éste, con aguardiente y
canela, pero al ser necesario que para poder existir un legítimo gloriao éste
debe estar asociado a los ritos funerarios y las viejas tradiciones
correspondientes a la muerte, no cabe duda de que su época en el folclore y
costumbrismo chileno prácticamente ha concluido. (urbatorium.cl)