martes, 16 de agosto de 2016

MIS APUNTES


 
EL ANCLA
Chiloé tiene historias del Trauco, la Llorona, el Caleuche, la Pincoya y muchos más; cuentos que en su mayoría giran en torno al mar que rodea al archipiélago. Sin embargo, en esta ocasión no fue una criatura mitológica, sino una real catástrofe ambiental la que se cernió sobre la zona. El gran problema comenzó a fines de abril, cuando la Armada dio a conocer que detectaron cinco kilómetros de machas varadas en Chiloé. Una enorme tragedia para quienes gustan comérselas a la parmesana, pero sobre todo para la gente de la zona, que vive de la extracción de estos bivalvos.

La marea roja es un fenómeno natural que no es ni marea ni necesariamente roja, de hecho, su tonalidad puede ser roja, amarilla, verde, café o incolora. Y en realidad es provocada por la proliferación explosiva de una o varias microalgas, que forman parte del ecosistema y normalmente son beneficiosas para la vida marina al constituirse como la base de la cadena alimentaria. Por ello, y durante meses, nos tuvimos que abstener de comer cholgas, almejas, machas, navajas, navajuelas u ostiones que hayan sido extraídos en medio de una marea roja. Por cierto, como nadie (o muy pocos) conocen el origen de las especies, la marea roja fue algo así como una veda total de pescados y mariscos.

Hace cinco años –una eternidad para la longevidad de los restaurantes en Santiago-, abría en una calle lateral a la Av. Providencia, la sucursal de una picada marina que estaba en las cercanías del Terminal Pesquero en La Cisterna. La familia Bustos (padre e hijos) habían crecido manejando una pescadería en ese terminal y un día decidieron pasarse a la vereda del frente y comercializar sus productos con el valor agregado que representa un restaurante. Para ello consiguieron una casona esquina (donde antes habían funcionado –y fracasado- los restaurantes 191, De Rokha y Robinsonia) y el éxito vino de inmediato. La carta estaba íntimamente ligada a los mariscos frescos y algunas preparaciones calientes, pero favoritos del público eran sus jaibas, locos, machas, mariscales y toda una línea de platos a precios muy económicos y porciones de gran tamaño.

Hace un par de semanas regresé a almorzar a sus comedores. Sus propietarios ya tienen tres locales a su haber (uno nuevo en Maipú), y me encontré con una carta muy bien elaborada con sabrosos platos marinos. Los precios han ido aumentando y posiblemente sean similares a los de cualquier restaurante del barrio alto, pero el producto sigue siendo fresco, una de las particularidades de este comedor marino que se convirtió en –valga la redundancia- en el restaurante ancla del sector, hoy repleto de restaurantes de toda índole.

Sabrosas empanadas fritas de locos para partir (3.900) y un suave sour peruano (aunque no les agrade a los chauvinistas), mientras repasábamos la carta del lugar. Un Carpaccio de salmón ahumado (9.500) sin mayores comentarios y sabrosas Calugas fritas de pescado (7.900) que devuelven el alma al cuerpo. Para beber, Amaral sauvignon blanc 2015 (12.500) y un servicio correcto, oportuno e informado.

Merluza austral (6.600) con acompañamiento –que se cobra aparte- fue el primer fondo, para finalizar con un “Arroz pirulo” (9.500), un caldoso de arroz elaborado con fondo de locos y vino blanco, con machas, camarones, ostiones y pulpo, un plato de gran gusto y de sabor extraordinario.

La carta de postres es bastante pobre. Como de caleta, posiblemente, aunque destacan algunos postres “de la casa” como la leche nevada y los panqueques celestinos (3.500).

En resumen: Amplia carta con precios dispares. Si escoge bien y adecuadamente, la cuenta no será exorbitante. El Ancla dejó de ser una “picada” y actualmente es un buen restaurante con productos del mar. Respetan las vedas y la calidad del producto está asegurada. Si quiere sentir el aroma a océano en pleno Providencia, este lugar cumplirá con todas sus expectativas. (Juantonio Eymin)

El Ancla / Santa Beatriz 191, Providencia / 22264 2275