martes, 30 de agosto de 2016

MIS APUNTES


 
LE BISTROT

 Más vale reservar. Posiblemente es la única forma de disponer una mesa tranquila y bien atendida ya que en Le Bistrot el metro cuadrado de mesa es tremendamente solicitado y so pena de quedar al lado del baño, o pegado a la caja o simplemente esperando una mesa, la opción de llamar el día anterior –y llegar a la hora- es el mejor consejo.
No se trata de alta cocina ni manteles blancos. Le Bistrot es, como muchos saben, un restaurante sin demasiadas pretensiones como no sean las de encarnar un lugar íntimo, no demasiado grande ni caro, pero con buena o muy buena mesa. Acá hay una cocina donde se expresan los platos de charcutería o quesos, tres o cuatro sopas y preparaciones clásicas; casi siempre guisos, como el coq-au-vin, el boeuf bourguignon o el confit de pato ($7.200). No falta una quiche, un par de ensaladas y los clásicos postres franceses como las consabidas créme brûlée y tarte tatin. Eso, aparte de que en Francia, particularmente en París, los bistrot pueden ser, usualmente, el comedor del barrio donde se vive.

La explicación de una cocina que ofrece algunos platos mejores que otros, pero que tiene puntos notables, reside en la presencia del joven chef francés Gaetan Eonet, que ejecuta muy bien, precisamente, los platos clásicos de un bistrot. Pocos patés de campagne tan aromáticos, sabrosos y suculentos hemos probado como el plato que iniciamos nuestro almuerzo. Era una pasta de naturaleza tosca, pero sabrosísima y abundante, con buen pan caliente y a un precio de sólo $3.800.

La segunda especialidad, agreste, poco apreciada por chilenos que arriscan la nariz, pero también clásica de restaurantes regionales franceses, fue un fromage de téte, dicho en chilena, queso de cabeza de cerdo en dos trozos generosos, de notable sabor y delicadeza, con abundante salsa ravigote, una finura poco usual que enriqueció tanto el plato como la ensaladilla de hojas verdes de sabor y presentación magistral. El precio, casi ridículo en estos tiempos, fue de $3.700.

El clásico Moules et frites –choritos al vino blanco con papas fritas- (5.700) goza de muy buena popularidad en este lugar. Una gran olleta con choritos que bien lo acompañan las papas fritas con un buen y fresco sauvignon blanc –o chardonnay- que es posible pedirlo por copas, a valor bastante competente. De fondo, dos clásicos: un sabroso pato confitado (7.200) acompañado con ensalada de verdes y un mejor Conejo con salsa de mostaza (7.200) para un almuerzo de gran sabor.

Un resultado dulce por la calidad de la popular cocina gala campesina que tanto gusta a los amantes de la gastronomía. El servicio –en esta ocasión- no estuvo a la altura del lugar. Es cierto que el día de mi visita el lugar estaba repleto, sin embargo el servicio allí nunca decae, salvo en esta ocasión donde el garzón estaba más preocupado de conversar con la camarera que atiende el bar que de sus clientes. Desgraciadamente el trabajo del mozo –o garzón- me dejo un sabor amargo que si bien sé que es un problema puntual, es necesario comentarlo para que no vuelva a suceder.

Es cierto que el servicio en Chile es desastroso. Posiblemente sean contados con los dedos de una mano los restaurantes donde los mozos –o garzones o como quiera que se los llame- entreguen el servicio para el cual están contratados. Más aun, a sabiendas que el mozo chileno se siente denostado por ocupar esta posición dentro de la estructura de un restaurante, muchos establecimientos optan por contratar peruanos, ecuatorianos, colombianos o franceses (en este caso),  con resultados ampliamente favorables para todos, ya que la mayoría de las veces entregan un cálido servicio (que no hay que confundirlo con servilismo) y estimulan al cliente a regresar por otra experiencia, ya que el aporte del mozo –o moza-  es parte de la satisfacción de los clientes de cualquier restaurante. Y resulta incómodo terminar este artículo pensando que si no hubiera sido por la chica del bar que vio –tras largos minutos- mis manos alzadas tratando de llamar la atención, aun estaría esperando el vaso de agua que solicité luego de pagar la cuenta –con propina incluida-, luego de varios desaciertos. (Juantonio Eymin)

Le Bistrot / Santa Magdalena 80 - local 7, Providencia / 2 22321054.