martes, 9 de agosto de 2016

TURISMO


 
LA ALHAMBRA
La Meca del mundo hispano

Granada recibe a más de 2.200.000 visitantes al año. Y todos van para conocer La Alhambra. Contemplándola desde el Mirador de San Nicolás, el ex presidente Bill Clinton dijo haber asistido a “la puesta de sol más bella del mundo”. Quienes la conocen bien suelen decir que no hay una, sino muchas alhambras y que son muchas también las formas de acercarse al monumento árabe más célebre del mundo. Vista desde el exterior, la Alhambra parece un castillo, pero es el suyo un aspecto extrañamente fortificado, pues el tupido bosque del que surgen sus torres es el peor paisaje que se puede concebir para una defensa militar. Dentro de esos muros lo que aparece es una auténtica ciudad palatina, cuya única zona militar es la Alcazaba, sin duda la parte más antigua del conjunto, con grandes torres que ofrecen vistas espectaculares sobre Granada y su vega. Desde la Alcazaba parte una vía, la Calle Real, que bordea los palacios y llega hasta la zona urbana propiamente dicha, donde aún se distinguen los restos de las viviendas y talleres de los servidores de los soberanos nazaríes. Todo un microcosmos recogido sobre sí mismo y que domina desde lo alto la ciudad de Granada que, al decir del poeta árabe, “es la esposa que se muestra al monte, su marido”.

El monumento más conocido de la ciudad y una auténtica maravilla del mundo, se alza sobre una frondosa colina, entre numerosos manantiales y bosques centenarios. Obra cumbre del arte musulmán en España, sus obras se iniciaron en el año 1238. Es uno de los monumentos más visitados de la península y, desde luego, uno de los más apreciados internacionalmente. Recordemos, sin más, Los Cuentos de la Alhambra, que escribió Washington Irving.

Un caluroso día me recibe en Granada tras un plácido vuelo vía Air Europa desde Palmas de Mallorca cuando en Santiago tiritan de frío. De ahí en taxi al centro de la ciudad para cobijarme en un cómodo hotel de la cadena NH, ubicado en pleno centro y a pasos de todo, el que se convertiría durante cuatro días en mi cuartel general, óptimo para perderme entre sus gentes y miles de turistas que recorren este enclave donde lo árabe se palpa y respira en cada momento.

Al igual que Roma, Granada, la capital del reino nazarí, se alza entre siete colinas, entre los ríos Darro y Genil, y resguardada por la mole montañosa de Sierra Nevada. Granada es la quintaesencia del arte árabe en la Península. Ultima capital de Al Andalus, el rey nazarí Boabdil se la entregó a los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492. La larga permanencia de los árabes en la ciudad, a la que dotaron de todos los monumentos imaginables, convirtieron a Granada en un verdadero museo histórico y artístico al aire libre.

Granada es una ciudad para pasear, recorriendo sus calles con tranquilidad, respirando el aroma y el embrujo de sus jardines, de sus callejuelas, de sus impresionantes monumentos, de su historia en definitiva. La fama de su belleza llega antes que el conocimiento, es una ciudad que se ama antes de conocerla; cuando se conoce, ya no se puede olvidar. Granada es el arte de seducción en estado puro.


Al llegar a Granada, una premisa ante todo. Tómese todo el tiempo posible para visitar la ciudad. Maravillas como la Alhambra y el Generalife exigen una dedicación especial que no puede medirse reloj en mano. Pasear por las callejuelas en torno a la catedral o por el barrio de Albaicín significa perder la noción del tiempo. El Marrakech de Granada le llaman y en esas callejuelas se topará con un ambiente dedicado exclusivamente a las teterías árabes, herederas de la antigua tradición islámica de Granada, además de tiendas de artesanía moruna y chicas haciendo tatuajes de henna. Allí lo español se convierte en árabe, con callejuelas llenas de pequeños locales donde comprar seda, marroquinería, recuerdos y ¿por qué no fumar una pipa de agua para pasar la tarde, bebiendo un té de especias?

La noche de un día de junio, la brisa que viene de la Sierra Nevada, una buena y económica cena en una terraza del Albaicin y como no, los ojos para poder contemplar las calles, los pequeños rincones iluminados. ¡Y captar con una copa de vino el silencio de una noche perfecta!, mientras uno se pierde con la mirada por los callejones mágicos de la ciudad.

De Granada regresé a Santiago con un souvenir diferente a cualquier otro que hubiera imaginado comprar y es una experiencia diferente. Granada no sólo es Alhambra, son sus calles de corte morisco, sus bares de siempre, su gente, su clima, su modernidad ambigua anclada entre ayer y hoy.

Una desconexión perfecta. Granada es un lugar idóneo para dejar de existir por un par de días. (Juantonio Eymin)