martes, 6 de septiembre de 2016

LA NOTA DE LA SEMANA


 
OBERTURA Y CIERRE

Ni a Ripley se le pudo haber pasado por la cabeza. Digno de ser precalificado –al igual que el Brindis del Vino que se realizó el domingo recién pasado en la Plaza Ñuñoa-, hace algunos días nos enteramos del abrupto cierre del restaurante “Alfredo di Roma”, que con una millonaria inversión abrió hace algunos meses en Av. Las Condes, en lo alto de nuestra capital.

Una vez adquirida la franquicia con los propietarios de la marca, un exitoso empresario (al parecer con poco conocimiento del negocio gastronómico) decidió invertir grandes sumas de dinero para instalar y ofrecer uno de los platos más famosos del mundo, los “fetucciní Alfredo”, elaborados a la perfección (doy fe), donde la pasta -elaborada con sémola y harina italiana-, más verdadera mantequilla italiana y queso del mismo origen, lo convirtieron en una delicia que sólo algunos tuvimos la oportunidad de probar y golosear, ya que se convirtió rápidamente en uno de los platos sublimes de este año.

Sin embargo, de la noche a la mañana el local cerró sus puertas con la excusa de readecuar su carta, pero nunca más las abrió. Pocos deben saber la verdad del cierre… ¿realmente abrieron o fue un experimento? ¿Game over?

En su momento lo catalogué como un restaurante snob con remembranzas a un crucero caribeño, donde el blin blin predominaba en un gran espacio para 200 comensales, y su plato estrella, “L´Originale Fettuccini Alfredo, burro e parmeggiano reggiano” ($16.900) era la mejor excusa para conocer el lugar.

Esa fue la obertura inicial… y eso sería todo.

Cerraron muy pronto. En mi vida dedicada a la gastronomía había conocido sólo un caso anterior, cuando la banquetera Sofía Jottar decidió invertir sacos de dinero para construir el SO! (en Nueva Las Condes), otro restaurante que nunca abrió sus puertas.

Dos casos en treinta años. ¿Merecerán certificados Ripley, ahora que están tan de moda? (JAE)