¿Y CUÁL ES EL MEJOR
RESTAURANTE?
La
pregunta de siempre. Casi toda la gente que conozco, al saber mi oficio no duda
en hacer la misma pregunta. Y diez, quince o veinte veces tengo que responder
lo mismo: “todo depende de lo que quieras comer”. Y es cierto. Comer en un
restaurante no es fácil ya que la elección depende de muchos factores. Incluso
el ánimo del comensal.
¿Cuántos
restaurantes están en nuestra memoria? ¿Diez? ¿Veinte? Es posible que algunos
archiven algunos más pero todos repiten una lista hasta el cansancio. Pero
cuando les explicamos que en la capital existen dos millares de
establecimientos, con decenas de especialidades y precios, es posible que ahí
comprendan que no es nada de fácil escoger lo mejor. Muchas veces los
comensales se dejan llevar por el ideario colectivo y la elección no es la más
correcta.
¿Español,
peruano, chino, francés, coreano, chileno, italiano, preguntamos? ¿Mantel largo
o precio / calidad? ¿Comer o experimentar bocados? ¿Estacionamiento para que no
le desvalijen el auto mientras come? ¿Buen servicio? ¿Buena comida? Estas son
parte de las variables que hay que tener en cuenta a la hora de salir a
almorzar o cenar. Se puede tener la mejor experiencia gastronómica de la vida,
pero si al salir se encuentra con un parte empadronado pegado en el vidrio del
auto, de seguro no volverá nunca más a ese lugar.
Pero
insisten en conocer los Top de la capital. Es posible que quieran sentirse
participes de un buen comentario: el mejor es “Fulanito”. Y si nuestro
interrogador lo conoce, se sentirá feliz de haber estado en ese lugar. Si no es
así, lo archiva para más adelante, para conocer lo que los expertos dicen.
A
veces me asustan mis propias respuestas ya que por omisión puedo dejar de lado
buenos lugares para una comida de calidad. Ir por unas ostras con champagne francés
al hotel W es un must, tanto como unos callitos en el Guría, las pastas del
Rivoli o una cazuela en el Liguria. Pero
muchas veces y no necesariamente lo que a uno le agrada le gusta al resto.
Nuestro ejercicio es entregar sensaciones a nuestros lectores y guiarlos en
esta maraña de locales que invaden la capital. En regiones es más sencillo y
menos masivo, pero tampoco deja de ser importante el desarrollo que se ha visto
fuera de la capital para ofrecer una digna gastronomía.
Más
que optar por el mejor restaurante, la idea es dejarse llevar por la oferta que
tienen los locales. Nada se saca con pedir un pescado con una salsa que ahoga
su sabor y textura, o una ensalada César donde reina la lechuga, cuando es
posible descubrir miles de sabores que incrementaran el conocimiento
gastronómico. Hay que atreverse a degustar cosas novedosas, aprender a
diferenciar un lenguado de una corvina o de una reineta A conocer el sabor de
las mil y una especias que nos brindan los restaurantes. Eso es lo importante.
El resto, la gran lista de los mejores de la ciudad, es solo para las medallas
respectivas. El paladar se cultiva comiendo de todo (o probando de todo). Y
como bien dice el famoso Ferrán Adrià, “una
buena sardina es mejor que una mala langosta”.
Tenemos restaurantes para regodearnos y de ellos, más de un centenar de grandes ejemplos. Hay de todo y para todos. Pero acá lo importante es innovar con las nuevas propuestas de los cocineros. Enfoquemos nuestra mirada estos dos meses que restan del 2016 para deleitarnos con la buena mesa y no preguntar por los mejores… ya que hay muchos y para todos los gustos. (JAE)