martes, 5 de septiembre de 2017

BUENOS PALADARES


CRÓNICAS Y CRÍTICAS
DE LA PRENSA GASTRONÓMICA

 
MUJER, LA TERCERA
PILAR HURTADO
(AGOSTO) LA BODEGUILLA DE CRISTÓBAL (Dominica 5, Recoleta / 22732 5215): “Antes de ordenar, lo primero fue la jarra de sangría, con sus naranjas y excelente sabor. Luego probamos a sugerencia del chef las croquetas de chistorra, de rica fritura y cremosas por dentro. Y también calamares a la romana, que untamos en el alioli que acompaña al pan. Como fondos, compartimos guisos de cuchara: fabada asturiana y callos con garbanzos. Ambos los sirvieron en pailas de greda, muy calientes, desde las que cuchareamos las tres. La fabada estaba buena, pero los callos con garbanzos estaban mundiales, realmente exquisitos, calientes y reponedores. Como postres, probamos un exquisito y fino tocino del cielo y una buena versión de la crema catalana. Salimos encantadas, bien atendidas y reconfortadas con una comida cariñosa y sabrosa.

WIKÉN
ESTEBAN CABEZAS
(AGOSTO) CURRY (Francisco Bilbao 2752 / 22209 0595): “Con un té verde como compañía, se empezó con unos arrollados primavera thai ($6.900) que estaban bien fritos, pero eran del verbo pequeño. Al mismo tiempo llegaron unas hojas de camarón, esas de restaurante chino, como una amenidad. Podrían haber llegado antes. Y no es lo único no thai dentro de este restaurante thai, como lo es la sopa pho y unos arrollados vietnamitas.” “De los fondos, dos platos. Un clásico pad thai con harto tofu y camarones ($9.250), al que le faltaron dientes de dragón y cuyos tallarines venían cortados. Y con apenas una nota peregrina a salsa de pescado. ¿Temor al rechazo occidental? El otro plato fue un curry massaman ($9.250), ese de color cafecito e intenso en maní, con papas y trozos de lomo de una vaca poco budista. Tenso el animal. Y ojo, que estos currys tailandeses son más sopeados, no tan espesos ni tan faltos al líquido como resultó ser este.” “¿Aló, Tailandia?”

WIKÉN
RUPERTO DE NOLA
(AGOSTO) TANAKA (Alonso de Córdova 4248, Vitacura / 22206 6000); “De una carta brevísima, que no por ello es excelente (uno busca excelencia en las cartas breves porque hay más oportunidad de esmerarse en cada plato), pedimos un tártaro de atún ($9.200) que resultó muy católico, aunque convencional, con su palta picadita y sus manchas multicolores de salsitas. En cambio, el plato de spaghetti di sepia ($10.400) sí que resultó estupendo: pasta cocida al dente, riquísima salsa hecha, seguramente, con reducción de cáscara de camarones o algo igualmente sabroso, con abundantes mariscos y todo en una cantidad abundante. Bien.